Las primeras películas de cine proyectadas en Japón fueron, como en muchos otros países, las de los hermanos Lumiére de 1897. Pero rápidamente se comenzaron a rodar películas hechas en Japón siguiendo los modelos occidentales y en 1908 ya existían cuatro compañías de producción haciendo sus propias películas. Algo más tarde nació la compañía Shochiku, que sigue siendo aún en la actualidad la más famosa y exitosa de Japón. Pero su más importante peculiaridad es que Shochiku ya producía obras de teatro antes de dedicarse al cine, lo que marca una de las grandes diferencias del nacimiento del cine japonés respecto al occidental.
El hecho de que el cine japonés creciera a partir del teatro es profundamente importante. La mayoría de las películas hechas en ese país en los primeros tiempos del cine eran versiones filmadas de los dos estilos dominantes del teatro popular: el kabuki y el shimpa.
La cámara grababa frontalmente toda la escena. Los actores vestían trajes tradicionales y llevaban el maquillaje típico de este teatro, y solamente había intérpretes masculinos, que representaban los papeles tanto de hombres como de mujeres. Los actores no se tocaban durante las escenas de lucha y el movimiento se congelaba periódicamente para enfatizar ciertos momentos. Cuando los personajes morían, hacían una voltereta hacia atrás. Y de forma aún más significativa, normalmente un narrador o benshi estaba colocado detrás de un atril, a un lado de la pantalla de cine, para explicar la trama, hacer comentarios acerca de los personajes y añadir en algunas ocasiones efectos de sonido. En definitiva, se seguían todas las convenciones del teatro tradicional japonés.
El hecho de que el cine japonés creciera a partir del teatro es profundamente importante. La mayoría de las películas hechas en ese país en los primeros tiempos del cine eran versiones filmadas de los dos estilos dominantes del teatro popular: el kabuki y el shimpa.
La cámara grababa frontalmente toda la escena. Los actores vestían trajes tradicionales y llevaban el maquillaje típico de este teatro, y solamente había intérpretes masculinos, que representaban los papeles tanto de hombres como de mujeres. Los actores no se tocaban durante las escenas de lucha y el movimiento se congelaba periódicamente para enfatizar ciertos momentos. Cuando los personajes morían, hacían una voltereta hacia atrás. Y de forma aún más significativa, normalmente un narrador o benshi estaba colocado detrás de un atril, a un lado de la pantalla de cine, para explicar la trama, hacer comentarios acerca de los personajes y añadir en algunas ocasiones efectos de sonido. En definitiva, se seguían todas las convenciones del teatro tradicional japonés.
Estos narradores o benshi habían comenzado a tener su influencia en la forma de producir las películas en torno a 1908, reclamando escenas más largas para que les diese tiempo a describir y explicar la acción. Algunos benshi se hicieron famosos y comenzaron a tener sus propios seguidores. Continuarían dominando la exhibición de películas japonesas hasta finales de la década de 1930, y su presencia significaba que los actores de las películas no tenían que simular que hablaban, como ocurría en las películas mudas de los países occidentales, puesto que ése el trabajo del benshi.
Las historias narradas por éste se apartaban en ocasiones de lo que se mostraba en pantalla y no seguían estrictamente el ritmo de las imágenes, siendo éste un rasgo que desvela un aspecto netamente diferenciado de la cultura japonesa respecto al mundo occidental. Esta separación de palabras e imágenes se puede apreciar ya en los antiguos rollos de pergamino japoneses, antecedentes del cómic, en los que entre las complejas ilustraciones se intercalaba una historia escrita, sin que se intentara integrar las dos partes.
Así era también con el cine. Mientras que Edwin S. Porter, la película sobre el asesinato del duque de Guise y otros directores occidentales estaban empezando a contar historias desde dentro de la propia película, los directores japoneses no. Las imágenes del primer cine japonés son extraordinariamente similares a las del teatro. Decir que hasta finales de los años 30, la mayoría de las películas japonesas necesitaban un narrador para poder ser entendidas no significa que fueran realizadas de un modo incompetente, sino que procedían de una tradición cultural y visual en la que el espacio jugaba un importante papel.
Los escenarios teatrales de kabuki de la época solían tener un telón de fondo plano, pintado con exquisitos paisajes, pero estos decorados no intentaban crear una falsa ilusión de perspectiva o profundidad, sino que enfatizaban el espacio plano y la superficie del papel.
Aunque los espectadores y directores japoneses veían películas occidentales y les gustaban, no sentían la misma necesidad de colocar visualmente al público en el centro de la escena, como harían los directores occidentales entre 1908 y 1918. No fue hasta la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial que el modelo cinematográfico occidental se impuso en el cine japonés.
Las historias narradas por éste se apartaban en ocasiones de lo que se mostraba en pantalla y no seguían estrictamente el ritmo de las imágenes, siendo éste un rasgo que desvela un aspecto netamente diferenciado de la cultura japonesa respecto al mundo occidental. Esta separación de palabras e imágenes se puede apreciar ya en los antiguos rollos de pergamino japoneses, antecedentes del cómic, en los que entre las complejas ilustraciones se intercalaba una historia escrita, sin que se intentara integrar las dos partes.
Así era también con el cine. Mientras que Edwin S. Porter, la película sobre el asesinato del duque de Guise y otros directores occidentales estaban empezando a contar historias desde dentro de la propia película, los directores japoneses no. Las imágenes del primer cine japonés son extraordinariamente similares a las del teatro. Decir que hasta finales de los años 30, la mayoría de las películas japonesas necesitaban un narrador para poder ser entendidas no significa que fueran realizadas de un modo incompetente, sino que procedían de una tradición cultural y visual en la que el espacio jugaba un importante papel.
Los escenarios teatrales de kabuki de la época solían tener un telón de fondo plano, pintado con exquisitos paisajes, pero estos decorados no intentaban crear una falsa ilusión de perspectiva o profundidad, sino que enfatizaban el espacio plano y la superficie del papel.
Aunque los espectadores y directores japoneses veían películas occidentales y les gustaban, no sentían la misma necesidad de colocar visualmente al público en el centro de la escena, como harían los directores occidentales entre 1908 y 1918. No fue hasta la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial que el modelo cinematográfico occidental se impuso en el cine japonés.
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