Edwin Stanton Porter nació en 1869 en Pennsylvannia, Estados Unidos. Cumplidos los veinte años, trabajó para una empresa de marketing y ayudó a montar una de las primeras exhibiciones públicas del cine en el Music Hall Koster and Bial, de Nueva York, el 23 de abril de 1896.
Muy pronto comenzó a rodar sus propias películas, como “The Great Train Robbery”, el gran asalto al tren, de 1903, la más famosa de todas sus realizaciones. Sin embargo, otra de sus películas, de la cual se suele hablar menos y titulada “La vida de un bombero americano”, es mucho más reveladora de las innovaciones que Edwin Stanton Porter introdujo en el cine.
La escena más celebrada de esta película es la llegada del bombero a una casa en llamas. La imagen exterior de la casa se corta para mostrarnos una habitación en la que el bombero rescata a una mujer, y de nuevo la imagen se corta en una toma exterior con la mujer a salvo en la calle. La cámara entonces regresa dentro de la casa para mostrar el rescate de un niño y de nuevo nos lleva al exterior.
Durante muchos años, los historiadores del cine han considerado esta escena como el primer ejemplo de montaje continuo. La imagen se corta del exterior al interior, y del interior al exterior, de modo que los espectadores pueden seguir la narración visual del rescate, a pesar de que el espacio de la calle desaparece súbitamente de la pantalla y es sustituido de forma mágica por otro espacio, el de la habitación. Y a la inversa.
Esto no hubiera sido posible en el teatro, y hasta su utilización por Edwin S. Porter en 1903, los directores de cine creían que esos saltos espaciales confundirían a los espectadores.
La verdad sobre los logros de Edwin S. Porter en el rodaje y montaje de su película “Vida de un bombero americano” es más complicada de lo que parece, y revela muchos aspectos interesantes sobre la evolución de la narrativa cinematográfica. Existe otra copia de la película que muestra toda la acción que trascurre en la calle de forma continua y después la acción interior, en una secuencia. Los historiadores solían pensar que esta copia era una versión preliminar, que Porter aún no había cortado y montado.
Sin embargo, se ha descubierto recientemente que esta copia estaba más cerca de lo que fue la versión original del film. Solamente unos años más tarde, una vez que las posibilidades del montaje fueron descubiertas y desarrolladas por otros realizadores, Porter o alguna otra persona decidió mejorar la película original introduciendo los cortes y el montaje intercalado de las escenas.
Esta versión intercalada posee una narración continua, es decir, el espectador puede ver la acción en el orden en el que sucedieron los hechos, pero el espacio está fragmentado. No desentona porque comprendemos que estamos viendo lo que el bombero hizo a continuación. La primera versión, típica del teatro, no fragmenta el espacio, pero rompe la continuidad temporal, ya que tiene que volver atrás en el tiempo para mostrar las escenas interiores del rescate.
El cine había aprendido a seguir la corriente de la acción de un espacio a otro. Esto hizo posible las secuencias de persecución, enfatizando el movimiento y liberando a las películas de los rígidos corsés del teatro. La mayor parte de las escenas cinematográficas desde entonces hasta hoy utilizan este principio básico de la narración visual. La continuidad temporal de la acción de un lugar a otro implica un nexo de unión que significa: “y después sucedió esto”.
Diez años después de “Vida de un bombero americano”, Edwin S. Porter ya había experimentado con el sonido, la pantalla panorámica, el color y las películas tridimensionales, mucho antes de que todo esto se hiciera popular. Sin embargo, cayó en la bancarrota con el crash de la bolsa de Nueva York de 1929, y murió olvidado en 1948.
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